יום שלישי, 6 באוקטובר 2015

Nóaj, aliah de miércoles, Netsaj en la semana

Nóaj, aliah de miércoles, Netsaj en la semana. Bereshit-Gen. 9,6: "Quien derrama la sangre del hombre por-en el hombre será su sangre derramada, pues con la impronta de E-lokím hizo al hombre".
El hombre fue creado de modo tal que la divinidad sea reconocida en él, y como explica el Tania, su alma es parte misma de la divinidad de lo Alto. De modo que hay la Maljut-Reinado de lo Alto con cuyo influjo fue creado el hombre, y hay el hombre, todo hombre, que de dicho influjo tiene vida. Y ello es advertible desde el valor 2105 de nuestro verso completo, que nos remite al precioso canto: [Cantar 2,2] "como una rosa entre los espinos, así es mi amada entre las mujeres". Que dice Hashém respecto del alma del hombre que ella es como una flor rodeada de las espinas del mundo material; y quien toma intencionalmente la vida de su prójimo, derrama, rompe el recipiente preparado en lo bajo para la luz superior, y así está robando tanto del hombre como del Creador al tomar lo que no se halla en su dominio, y se desliza a la vez hacia la idolatría al ponerse a sí mismo en rol de quien la vida y la muerte están en sus manos, y se rebela de ese modo contra Hashém.
Nuestro verso trae una de las siete mitsvót-preceptos que recibieron Nóaj y sus hijos para todas las generaciones de la humanidad: la prohibición del derramamiento de sangre. Y la mitsváh es expuesta a modo de simetría perfecta: quien derrame la sangre de su prójimo, a manos del hombre (que en una lectura directa implica que de acuerdo a la sentencia de un tribunal que lo juzge) será su propia sangre derramada; ésto es: será sentenciado a muerte. Porque "quien derrama la sangre del hombre en el hombre" ("shoféj dám haAdám baAdám" = 541) es sólo (Devarim-Deut. 1,11) "Hashém el E-lokím de vuestros padres" ("Hashém E-lokéi Avoteijém"), que al volcar sangre de hombre, que es vehículo del néfesh-alma, dentro del hombre, le da vida y motor para su existencia en el mundo de la acción. Por otra parte, volcar sangre del hombre que está dentro del hombre alude también a dar muerte al ser humano que se halla dentro de otro, o sea al feto que reside aún en el vientre de su madre y no salió aún al mundo; de aquí que quien realiza o ayuda a realizar un aborto (salvo circunstancias muy específicas ajenas a este contexto) e impide así la continuación de su desarrollo y lo arranca de su proceso vital, es tan asesino como cualquier otro (tal como lo explica rabi Ishma'El en el Talmud, Sanhedrin 57), y (Sam.1 19,6) "vive Hashém que será muerto" ("jai Hashém Im iumát").
Por consiguiente, "quien derrama la sangre del hombre, por el hombre será su sangre derramada" ("shoféj dam haAdám baAdám damó ishaféj" = 1001), acción por acción y medida por medida, [Tehilim 18,21] "me dará Hashém de acuerdo a mi justicia, cual lo que hay en mis manos me devolverá". Puesto que (Tehilim 103,6) "hace actos de tsedakáh Hashém" ("'oséh tsedakót Hashém"), y no es la tsedakáh sino manifestación esmerada del tsédek-justicia, y ordenó (Tehilim 149,7) "hacer venganza" ("la'asót nekamáh") a aquél cuya sangre fue derramada, por medio de un juicio justo; (Prov. 9,10) "y el conocimiento de los hombres sagrados es entendimiento" ("vedá'at kdoshím bináh").
Mas no es el asesinato propiamente dicho (ésto es: que el hombre estaba vivo, y por la acción de su prójimo ya su alma no está aquí y su cuerpo inane ha de ser sepultado) el único caso que calificará la Toráh de derramamiento de sangre. Tal como hallamos en la guemará (Iebamót 63b), rabi Eliezer dice: Todo hombre que no se ocupa de fructificar y reproducirse (de traer hijos al mundo), es como si derramara sangre (como si asesinara - hasta aquí sus palabras), porque se abstiene de la primera mitsváh que recibió el hombre que fue repetida también a Nóaj y a sus hijos, y hace disminuir la impronta divina en el mundo. Y vimos también en la mishnáh (Avót 3,14) que todo el que avergüenza-humilla a su prójimo en público, es como si derramara su sangre; y agregó a ello el Jaféts Jaím que también quien comete lashón hará (maledicencia, chisme, etc.) acerca de su prójimo es como si le matara; porque ambos dañan la imagen de su prójimo y le hacen sentir cual si lo degradaran al infierno. 
De modo que no sólo el asesino que mata física y efectivamente al otro, sino también quien le produce sufrimientos mortales, y aún aquél en cuyas manos está salvar al otro mas no se apiada ni acude en su ayuda, todos ellos son como si derramasen su sangre. Y quien en ello incurre es juzgado desde lo Alto hasta en el más mínimo detalle, como precisa en sus palabras sagradas el Sefer Jasidím (inciso 153): de aquí que todo hombre cuyo amigo-conocido es castigado y él (sabiendo lo que habría de sucederle) no le previno para impedir su desgracia, todo castigo que el otro reciba va a su cuenta, como si le hubiera matado, porque él podría haberle salvado y no lo hizo -hasta aquí sus palabras. Y aún vimos en la guemará que salió rabí Akiva y dictaminó que (Nedarím 7a) todo quien no visita a los enfermos es como si les matara; porque acaso en virtud de la misericordia que volcará en el enfermo experimentará éste algún alivio u aún sanará de su dolencia. Y aún más en la guemará (Ketuvót 68a): todo quien se distrae de la tsedakáh es como si cometiera idolatría -hasta aquí la cita-; y tal como vimos más arriba, la idolatría es vía y está implícita en el derramamiento de sangre, pues creerá el hombre que si da al otro de lo suyo acaso le faltará a él, y de este modo estará rehusando la mitsváh de Hashém y descreyendo de su supervisión minuciosa e infinita, que de El proviene todo cuanto ha a las manos del hombre. Y tal como sintetizó el más sabio de los hombres (Prov. 10,2): y la tsedakáh salvará de la muerte. Salvará al que la recibe, y salvará en mayor modo aún al que la da.
Y tal como denuncia el libro de Ben Sirá (cap. 34, traducimos desde la versión de ben-ZeEv): el que estafa-defrauda el sustento de su prójimo, roba su alma (o sus pertenencias) y retrasa la retribución del asalariado, derrama su sangre. Y continúa: el que ayuna por sus pecados (como en expresión de teshuváh, de arrepentimiento por ellos) y vuelve a cometerlos, ¿quién atenderá a su plegaria, y de qué le aprovechará su ayuno?
El valor de la vida del hombre es así de excelso e inabarcable "pues con la impronta de E-lokím hizo al hombre" ("ki betsélem E-lokím 'asáh Et haAdám" = 1104). Y los derramadores de sangre (Bamidbar-Num. 14,9) "se aparta la impronta divina de sobre ellos, y Hashém es con nosotros" ("sár tsilám me'aleihém vaHashém Itánu"). Y los actos del hombre vuelven a él, como está dicho: (Mal. 3,8) "pues vosotros me determináis a mí" ("ki Atém kov'ím Otí"); y sólo corresponde que solamente (Devarim-Deut. 10,20) "a Hashém tu E-lokím temas" ("Et Hashém E-lokéja tirá"), y te conduzcas siempre con integridad y con amor ante El, para hacer abundar el Bien, y convertirte en herramienta de redención.



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