יום שישי, 28 באוגוסט 2015

Ki Tetsé, aliáh de shabat kodesh, Maljut en la semana

Ki Tetsé, aliáh de shabat kodesh, Maljut en la semana. Devarim-Deut. 24,14: "No explotarás asalariado, pobre y menesteroso, de tus hermanos, o del guér (converso u inmigrante) que está en tu tierra, en tus puertas".
Está prohibido explotar, aprovechar, al asalariado que depende de su salario para sobrevivir, al pobre que se lamenta por su carencia verdadera, y al menesteroso, que sin importar qué tiene o de qué carece, vive una vida de aflicción por la sensación permanente de falta, de carencia, de menester. ¿A quiénes de entre ellos está prohibido explotar? A aquéllos que son tus hermanos, a los residentes que no forman parte de tu nación pero viven en tu tierra, a los inmigrantes conversos integrados plenamente a tu pueblo y tu nación, y aún a todos los que están a tus puertas, todo hombre dentro de los límites de tu reinado, aún extranjero que se aproxima. En resumen, está prohibido explotar, aprovechar, a nadie pasible de ser explotado por tí.
Nuestro verso se refiere especialmente a la explotación de quien es más débil que tú: ¿quiénes son éstos "asalariado, pobre y menesteroso" ("sajír 'aní veEvión" = 735)? En una primer lectura, son los afligidos, los que dependen de otras personas para su sustento, los que viven una vida de esfuerzo penoso para lo que sienten los demás que está garantizado de por sí. Y está escrito que no con aflicción comerás pan, que no desde la tristeza ganarás y triunfarás, sino sólo desde la alegría, desde la felicidad.
Son aquéllos que bajan los brazos de vez en cuando y huyen hacia fuera o hacia dentro, y lloran (Bereshit-Gen. 21,16) "no veré (no he de ver) la muerte del niño" ("Al ErEh bemót haiáled") y esperan a que ocurra lo peor, y también aquéllos que en lo profundo del corazón y por las tantas cicatrices, advierten de modo revelado que no sobrevivirían un sólo día (Bereshit-Gen. 31,42) "si no fuera por el E-lokím de mi padre, el E-lokím de Avraham y el temor de Itsják" ("luléi E-lokéi Aví E-lokéi Avraham ufájad itsják") porque viven en milagros y se alimentan directamente de dentro del (Jos. 6,24) "tesoro de la casa de Hashém" ("Otsár beit Hashém") aún cuando sin darse cuenta. Y acaso lo más importante, ellos son paralelos, el mismo significado en envase significante alterno, a las tres cosas que quien no las evocó en Pésaj no cumplió su obligación: (mishnáh Pesajím 116b): Pésaj -el sacrificio del cordero antes de salir de Mitsráim-, Matsáh -el pan ázimo- y Marór -las hierbas amargas- ("pésaj matsáh umarór"). 
Tenemos entonces dos tríadas de valor numérico equivalente, y como veremos, paralelas y complementarias mucho más allá. El asalariado toma el lugar del Pésaj, el pobre el de la Matsáh, y el menesteroso el del Marór. Pésaj se refiere al sacrificio de dicho nombre (transliterado por "pascual"), que representa un punto de inflexión entre 210 años de esclavitud y la peripecia que terminará durando 40 años hasta arribar a la tierra prometida. El asalariado es como el esclavo (que no puede elegir dejar de hacer lo que hace), que no es redimido si no aguarda con expectativa la oportunidad de salvarse. "Pésaj + asalariado" ("pésaj sajír" = 678), representa el viaje de (Shemot-Ex. 16,35) "cuarenta años" ("Arba'ím shanáh"), cuyos ritmo vertiginoso y revelación espiritual llameante dan lugar a sentimientos extremos, a situaciones de enorme tensión, hasta el punto en que (Shemot-Ex. 4,14) "y se elevará la ira de Hashém sobre Moshéh" ("vaíjar Af Hashém bemoshéh") y también (Shemot-Ex. 8,8) "Y gritará Moshéh a Hashém" ("vaits'ák mosheh El Hashém"), y el proceso de gueUláh comienza con el clamor del pueblo que despierta y grita, al decir del profeta (Is. 40,6) "una voz dice: llama" ("kól Omér krá"), y en su finalidad se ve que el (Hos. 3,1) "amor del-al prójimo" ("Ahavát ré'a") provocará una realidad de "solidaridad" ("'arvút") dentro del pueblo que (Tehilim 33,16) "es salvado con gran milicia" ("noshá' beróv jáil") para deleitarse (Tehilim 37,11) "sobre la abundancia de shalóm" ("'al róv shalóm"). La pareja significante "pésaj asalariado" viene a recordarnos que la gueUlah de Mitsráim es por mérito, a modo de salario u retribución, tanto a la fe inconmovible de nuestros ancestros y a su entrega a Hashém, como a las generaciones que fueron sojuzgadas en Mitsráim y mantuvieron sus nombres hebreos (a diferencia de -en buena parte- las generaciones que fueron sometidas por Roma, por Babel, etc., hasta hoy) y cuidaron su lengua sagrada, y mantuvieron sus vestimentas que es decir su vestirse con pudor; y es también retribución a los que salen efectivamente de Mitsráim, a cuenta de que dirán días más tarde, a los pies del Sinai: haremos (lo que Hashém ordena) y luego comprenderemos. 
El par "matsáh pobre" ("matsáh 'aní" = 265) es el más transparente y su identidad es obvia, tal como leemos cada año en la Hagadáh de Pésaj (y como trae el Mishneh Toráh en Hiljót Zmaním cap.1 respecto de la matsáh) que éste es el pan del pobre, es el pan de la pobreza, y es claro. A diferencia de los alimentos más sofisticados y ricos, la matsáh se conserva para siempre, incluso por largos años, y no se arruina nunca, y por ella dirá el pobre cada día (Crón.1 29,13) "agradecemos nosotros a Tí" ("modím Anájnu láj") aún si desde dentro de un (Crón.1 29,13) "grito" ("tse'akáh") por lo que falta; y al verla el pobre y al comer matsáh los rectos, (Jos. 7,5) "y se ablandará-derretirá el corazón del pueblo" ("vaimás leváv ha'ám") que se para con temor (Sam.2 19,18) "ante el rey" ("lifnéi hamélej").
Y entonces, en la etapa del endulzamiento, el Marór acude a recordarnos el punto de salida de la redención proyectada en el Pésaj y la Matsáh. En sí mismo nada tiene que decir, y modifica la experiencia de la realidad por completo con el mero sumarse a ella. El menesteroso-Evión, siempre le es amarga la vida, porque no importa qué tenga, siempre siente que le falta, que no hay suficiente, que el pasto del vecino es más verde, y también él lo quiere así. "Y marór y menesteroso": los dos que de ninguna manera pueden enmendarse por sí mismos. El sabor del Marór se hará soportable y aún amable al paladar al ser mezclado con otras comidas sabrosas, y el menesteroso se rectificará con que sólo logres endulzar, encauzar, su apetito y la falta de silencio de su corazón, conduciéndole a realizar "buenas acciones" ("ma'asím tovím") (Bereshit-Gen 6,1) "en abundancia sobre las faces de la tierra" ("laróv 'al pnéi haAdamáh") con las mismas fuerzas que sometió antes a sus apetencias; y cuando argumente que (Is. 19,11) "hijo de sabios soy yo, hijo de reyes antiguos" ("ben jajamím Aní, ben maljéi kédem") y en ello apoye su derecho, susténtalo y ordénale: (Crón.2 2,16) "levántate y haz" ("kúm ve'aséh"), para enmendar al Marór y salir hacia la libertad (Jue. 7,7) "cada hombre a su lugar" ("Ish limkomó") y así (Sam.1 8,16) "a su labor" ("limlaJtó"). Porque de lo amargo salió-saldrá lo dulce (como dice Shimshón-Sansón en Jue. 14,14), y el amarguísimo Marór tiene la capacidad de convertirse en lo más dulce, y la exigencia del menesteroso en nombre de sus antepasados o de su propia experiencia se endulzará por medio de la rectificación de sus cualidades que renovará en él la conciencia de la impronta divina (el "tsélem E-lokím") que alienta en su interior hasta el punto de verse que (Tehilim 82,6) "E-lokím sois vosotros" ("E-lokím Atém"), cúspide de conciencia desde la cual verá el hombre la verdad y agradecerá a lo Alto diciendo: (Tehilim 86,8) "y no hay como Tus acciones" ("veEin kema'aséja").


Que no explotes al asalariado al pobre y al menesteroso, significa que no explotes-estafes (que no desvíes el sentido) de Pésaj Matsáh y Marór, que convocan al presente toda la peripecia de la salida de Mitsráim y todos los milagros y las revelaciones de piedad sublime que tuvieron lugar hasta la redención de la tierra prometida, desde la que hay que abocarse a activar el tikún de la creación toda. Así, el asalariado el pobre y el menesteroso traen a tus ojos la imagen, la vibración, del sometido, de ese cuya experiencia de mundo se asemeja a la del esclavo en Mitsríam.... sólo que en tu campo de acción, en un contexto en el que de tí se espera que actives la impronta divina que hay en tí. Revelado, claro hasta que duelen los ojos, sin necesidad de que importemos metáforas de otro tiempo y las conduzcamos a decirlo, un ejemplo mucho más poderoso del movimiento que la Torah se propone producir en nuestro corazón, al conectar paradigmas, arquetipos dibujados en las acciones y peripecias de los ancestros que se describen desde altura y profundidad inalcanzables, con una situación común, a que la mayoría se enfrenta varias veces por semana: la oportunidad de aprovecharnos del más débil que nosotros, de quien vive del salario que le pagamos, del pobre carente de todo que pone en nosotros su esperanza, y del menesteroso que sufre de una patología interpretativa en su conciencia que le hace sentir que siempre le falta, y tenemos el deber de salvarle de su pena ficticia (acaso lo que torna a los sistemas de poder que conocemos en especialmente perversos, es que no sólo nada hacen por salvar al menesteroso de su patología, sino que alientan estrategias enormes para convertir a todos en menesterosos, y gobernar desde el control de la escasez contra el deseo). Y con ayuda de Hashém, la oportunidad de que nos neguemos con empeño a aprovecharnos de él, a explotarle, y tomemos personal y colectivamente la iniciativa de poner en acción la impronta de E-lokím grabada en cada una de nuestras células y la chispa de Mashíaj que alienta en nuestras almas, para salvarle, que es salvarnos, cuan mejor esté a nuestro alcance.

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