Veinte versos atrás, Potifár vio que todo lo que Ioséf hace, Hashém lo hace exitoso en su mano, lo realiza en manos de Ioséf. Ioséf es el que hace, y en la perfección de lo que hace es posible ver claramente que Hashém produce el resultado de la acción. Y de pronto, una nueva prueba cae sobre Ioséf, otra etapa en su enmienda y preparación para las grandezas que soñó. Como una ola gigante que se levanta de pronto y borra una aldea completa de sobre la playa, en la que apenas pocos minutos antes se desarrollaba la rutina habitual y tras la ola sólo queda un terreno baldío y despojos de recuerdos, así pasó sobre Ioséf esa ola que lo volvió, primero de príncipe donde su padre en esclavo en Mitsráim, y luego de esclavo a prisionero; y continuó entero; y desde ese punto, la mano está abierta en levedad absoluta.
Ioséf se adecuó a la situación, sobresalió como siervo fiel a su amo, halló gracia a ojos de todos. Hasta que fue captado por los ojos de la esposa de su amo, y ellos vivían en una sociedad libertina, y ella lo deseó para sí, y no aceptará una negativa de boca del esclavo; y la trampa, los gritos, las mentiras, la persecución, la detención. Y al cabo de apenas otro día más que se convirtió en pesadilla vertiginosa, Ioséf se halla a sí mismo en otra mutación, en una situación nueva: preso, en la cárcel del faraón de Mitsráim. Y también ahora él se flexibiliza hasta compenetrarse en su situación, y también aquí halla gracia a ojos de todos. Sólo una diferencia salta a la vista, entre lo que ve en él Potifár, y lo que verá en él el ministro de la cárcel: al primero, es claro que lo que Ioséf hace, Hashém lo realiza, a manos del propio Ioséf; al segundo, que lo que Ioséf aparenta hacer, Hashém lo realiza, no por mano de Ioséf, no por medio de ningún esfuerzo suyo, sino que el tsadík, el justo sagrado apunta, y como se fuera, Hashém dispara. Ioséf reconocerá esta fórmula poco más adelante (al inicio de Mikéts), cuando le diga al Faraón que también si prescindiera de él, E-lokím diría el shalóm del Faraón (diría la interpretación justa de sus sueños), El E-lokím dirá. Mas sin Ioséf, el Faraón no sabrá escuchar.
El ministro de la cárcel no ve cosa alguna, precisamente, "en su mano" ("beiadó"), porque realmente nada de lo que sucede pasa por las manos de Ioséf sino muy por encima, "porque Hashém (está) con él" ("baAshér Hashém Itó" = 936), (Tehilim 102,1) "y ante Hashém derramará su habla" ("velifnéi Hashém ishpój sijó"), y estará todo el tiempo en sintonía de "retornando en teshuváh" ("jozér bitshuváh"), y anula su voluntad ante la voluntad de su Creador. Y entonces, la novedad: "y lo que él hace, Hashém lo realiza" ("vaAshér hú 'oséh Hashém matslíaj" = 1098) porque (Tehilim 37,31) "la Toráh de su E-lokím está en su corazón" ("torát E-lokáv belibó"). Esta verdad es como la (Is. 40,9) "la anunciadora de Tsión" ("mevaséret tsión"), la que conduce a Tsión (que representa a la sefiráh de Iesód, cualidad de Ioséf) la buena nueva de la máxima redención que promete (Bereshit-Gen. 48,4) "he aquí te reproduzco y te hago abundante" ("hinení mafrejá vehirbitíja"); y en el próximo paso se cumplirá en él que (Is. 66,13) "y en Ierushaláim seréis consolados" ("uvirushaláim tenujámu"), en Ierushaláim que es la Maljut-Reinado, la majestad a que él arribará dentro de unos años, tras haber completado su preparación y enmienda para cumplir su misión fundamental.
Vuelco dentro del vuelco, y todo para el máximo bien. "No ve el ministro de la cárcel cosa alguna en su mano (que ocurra por su mano), porque Hashém (está) con él, y lo que él hace, Hashém lo realiza", nuestro verso entero con valor 4048, como cuando dio a luz Rut un hijo de Boáz, [Rut 4,17] "y llamáronle las vecinas un nombre así: le nacerá un hijo a Naomí. Y llamaron su nombre Ovéd: es el padre de Ishái, padre de David"; que por caminos incomprensibles, Rut, la nuera moabita del hombre que fuera considerado de mayor influencia en su generación de Israel, entre con entrega completa al pacto de la Torah y de Israel, y resulte dar a luz al abuelo de David, el rey completo, el que reveló los Tehilim-Salmos, que de su descendencia promete nacer el rey mashíaj.
Y esta luz maravillosa puede bendecir a Ioséf porque él alistó sus recipientes y herramientas para ella, en el tikún (prueba para la autoenmienda) de la servidumbre, y en el tikún de la cárcel. Y desde ahora, no está más aferrado ni en situación de dependencia respecto de ninguna situación o circunstancia, respecto de ningún dato de la realidad, respecto de ninguna expectativa o anhelo u frustración o desafío, sino que "cosa alguna en su mano" ("kol meUmah beiadó" = 164) se convirtió en (Tehilim 112,7) "correcto su corazón" ("najón libó") en Hashém, y a todo lo digno de la cúspide de su misión arribará con shalóm, y lo que él haga, Hashém realizará.
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